La mueca de su risa altera los nervios de quien lo admira, endemoniado fusila con sus ojos y sus gritos, el gigante lo mira y ríe, inundado de ignorancia y vergüenzas que saturan su vida, se miran y ríen, no se enfrentan, no pelea el gigante, no se puede. Se deja vencer, rendido ante la belleza del oponente y se regocija en su propia derrota. Acostado, derrama una lágrima, en la escena pintada al fulgor de lo más precioso. Cae rendido ante el clamor de no poder ganar, en esa obra no hay piedras, ni armas que dobleguen el entuerto. Diminuto, su cuerpo logra estallar y comienza a mostrar el camino, puede verse todo un poco más claro cuando nos alumbran sus ojos.
Vuelven a verse las caras, y sosegados caen en un laberinto ininteligible donde las palabras sobran y abundan los gritos, balbuceando indica la dirección, el cenit de la locura esta a punto de alcanzarse y él al estrechar sus brazos contra la inmensa masa de carne que lo ve bailar, puede cambiar el mundo, logra cubrirlo de vida pura y sincera.
Todo en su lugar, quizá nadie duerma esa noche, todos están riendo aún con las pupilas dilatadas del cansancio, parece imposible de creer pero de a poco, sigiloso y lamentable ira convirtiéndose en gigante.
Vuelven a verse las caras, y sosegados caen en un laberinto ininteligible donde las palabras sobran y abundan los gritos, balbuceando indica la dirección, el cenit de la locura esta a punto de alcanzarse y él al estrechar sus brazos contra la inmensa masa de carne que lo ve bailar, puede cambiar el mundo, logra cubrirlo de vida pura y sincera.
Todo en su lugar, quizá nadie duerma esa noche, todos están riendo aún con las pupilas dilatadas del cansancio, parece imposible de creer pero de a poco, sigiloso y lamentable ira convirtiéndose en gigante.