Paz, pan y trabajo

"Mas doloroso que ser infeliz, es la incapacidad de tender a la felicidad"

Contar la línea de las cosas, no como un recta con sentido sino mas bien pensar esta historia como una historia que sucede basándose en saltos, en roturas de la línea de tiempo, las cosas que no pasan cuentan la historia que sucede, es como estar en el tiempo fuera del tiempo. Ser parte del viento, soplar fuera del tiempo, preso de mi propia libertad he aquí mi condena.
La narración va de primera persona, por que considero que no se puede escribir lo que uno quiere escribir sino se hace cargo, podrán los personajes mutar de nombre, de rostro o de actitudes, la mente no siempre se guía con una fina racionalidad, pero creo que al fin y al cabo el despropósito de esta historia contada requiere un culpable, mentiras y verdades se bifurcan y se chocan en puntos desconocidos pero estallan siempre contra la misma pared.
No soy escritor, tampoco un poeta pero me gusta el desvarío de las historias que no se cuentan, de las que nunca pasaron, me gusta pensar que una palabra pudo cambiar el curso   de una historia y que esa historia pudo haber cambiado el de muchas otras. Pero no sabría por donde empezar el relato, quizá por que aun deba imaginarme la historia mas luego mezclarla con el inconsciente y darle una pizca de verdad oculta que tanto me atrae de los escritores que leo a diario como si esa lectura armara solo para mi una relación directa con la letra.
Me gusta pensar que en un catalán sentado cómodo en su sillón, que su juventud esta muerta en un recuerdo, que la mía florece y se pudre lentamente y que voy naufragando directo al horizonte, a convertirme en una triste farsa de mi propio reflejo.
Por eso Nora, por eso me agarro de lo que solo quedaron un par de muebles y una exquisita literatura rusa, y la herede yo, tengo el tesoro de un inmigrante, y nace esta historia, y así voy matando el aire, matando el tiempo que mata, saldando mi condena.

Historias de Norita a quien desespere


Nora tenía un vicio convertido en virtud, por herencia rusa y por parte de su abuelo paterno, Nora contaba sus experiencias como historias noveladas, breves, sutiles y sin moraleja. Nunca supe si era la mejor en su labor de trovadora autobiográfica pero si pude saber que sus relatos teñidos de blanco y negro eran mágicos, tiernos, desgarradores ese tipo de relatos que lo lanzan a uno a la vida con mas ganas de vivir, con ganas de saber como es bucear por lo profundo y salir a respirar solo para saber que el horizonte sigue ahí donde lo dejamos antes de sumergirnos.
Su cuerpo a medida que el relato comenzaba a desandarse se iba encorvando, como si la fuerza de la gravedad propia de la experiencia la doblaría, algunas veces de tristeza o dolor y otras tantas de risa endiablada. Se encorvaba y te miraba fijo a los ojos,  su voz era imperturbable, suave, precisa y dulce que te envolvía y mas de una vez te encontrabas encorvado escuchando el relato, viviéndolo como un relator omnisciente y todopoderoso, como si te trasladase al momento.
Sus historias no eran aburridas ni sostenidas en el tiempo, era justas como los sueños que no duran mas de dos minutos, terminaba su relato y se sabia la mejor en su propia humildad, sabia que nos dejaba pensando, que nos extasiaban sus recuerdos y era por eso que no nos agobiaba de vida, nos daba de postre una historia pero no nos empalagaba.
Y como escribir la novela de su vida me queda enorme, decidí contar sus historias breves y que cada quien imaginario lector las una y haga su propio relato, dado que su historia ya no le pertenece soy yo un simple poseedor de recuerdos imaginarios y de algún que otro objeto que también como yo se perderá en la bruma de la historia.
Mientras nos cuenta su historia, orgullosa Nora nos sonríe y calla.