Carta para un amigo (Año 2049)

Estimado amigo:
Me encuentro acá escribiendo esta carta y pasan por mi cabeza, como fogonazos, millones de imágenes que ilustran nuestros recuerdos. La luz titila, absurda y carente de potencia, y yo quiero escribir el ultimo párrafo antes que el primero. Por atolondrado, por que no quiero perder la linealidad en mi relato de las imágenes que brotan a borbotones desde lo mas recóndito de mi tesoro.
Estamos grandes, el tiempo destrozo nuestra violenta alegría, hasta aplacarla y dejarla como la luz que alumbra la birome con la que escribo estas letras, que parecen amontonarse en un amarillento papel que emula lo que alguna vez compre como cuaderno para escribir mis notas.
Fueron muchos años que pasaron, hoy recordaba aquel viaje de tu destino desatado, aquella juventud hervida al calor de no saber por donde escapar, esas sensaciones de inmortalidad que nos generaba ser joven, ese día abofeteabas mis miedos, ese día le dabas una vuelta de tuerca al asunto. Decías que eso no era para vos, que así la vida no puede ser vista como vida, y yo, boquiabierto imaginaba en ese momento a donde escaparía y con quien iría en busca de mi lugar, de mi forma de ver las cosas.
Te ibas diciendo que yo podría encontrarte, irme y buscarte ahí donde nada es lo que parece, encontrarte como quien por casualidad encuentra lo que buscaba antes de empezar.
Escapaste ese día, a buscar lo que te pertenecía, lo que alguien (quizá ese mismo alguien que no te pregunto si querías jugar a ser humano) cuando te trajo te robo, eso que por legitimo derecho te correspondía, y nos correspondía a todos, ahora mismo caminando por la calle todos esos destinos errantes merecen lo mismo, pero ciegos ellos.
Aun tengo esos sueños, en los que el cuerpo no pesa y las puertas están abiertas, en el sueño ya ni siquiera tengo la cara que tenia, las arrugas cubren de experiencias mi rostro y sigo buscando un lugar a donde ir.
Me gustaría un poco, aunque sea poco, contarte como estoy, y las cosas que hago en la cotidiana sucesión de soles, pero aun teniendo esas ganas de imaginarme lo que estoy haciendo en este momento, no puedo ni siquiera esbozar como es mi presente como es que termine así, aquí y como fue que llegue, desde lo que fui a lo que soy y a esta edad se vislumbra un poco mejor como hemos de terminar, como hemos de llegar a ese día donde el sol se muere y vive, para siempre, en nuestras oscuras pupilas.
Muchos se fueron, otros no pudimos, carentes del valor necesario, agallas, pasión, o tan solo faltos de un empujón que nos hubiese arrancado de todo lo que no nos gustaba. Y si, viejo amigo, no pude o peor, no supe escaparme de donde tenia las puertas abiertas y los grilletes bien ajustados.
Pasaron millares de lunas y todavía puedo verme deseando que el tiempo se suspenda, para seguir con la tertulia de aquel día. Para que todo sea como fue y como me gustaba que así sea, ahora ya estoy mas convencido de mi propia muerte y de mis propios errores, ya se acabaron las fichas y en el paño solo queda un destello del verde que recubría la mesa, esta todo como abandonado a esta altura de nuestras vidas.
Hoy desperté con una congoja sublime, por eso comencé sin un hilo conductor a escupir sobre este escritorio todo lo que el corazón bombea, desde donde escribo es un cuarto, con una lámpara a mi izquierda y un escritorio que hace las veces de compañero, a mi lado tengo mi bebida predilecta, todo esto parece ilustrado por el pintor (ahora en boga) que pincelada por pincelada retrata la triste década de los años 10, ensimismada sobre su melancolía.
Estoy aquí, solo, escribiéndote, recordándote y recordándome a los 20 años, cuando el cuerpo todo lo soportaba, y cuando irnos era una posibilidad latente, cuando la rebeldía podía estar parpadeándonos en el espejo.

Nos veremos en la próxima tormenta

El murmullo de la tempestad



Si estuviésemos durmiendo me despertaría tu llanto sonámbulo,
desesperado te arrancaría de tu letargo inquieto,
me mordería los labios, me ataría las manos.
Mis ojos se perderían en los recodos de tu alma.
Tus pupilas se verían violadas y se desparramarían en un sollozo.
Los cuencos negros vaciarían su húmeda sinceridad.
Estallarían los oídos de rojizas plegarias y
mi boca torpe se marearía con un balbuceo mudo,
buscando una salida en este laberinto de voces sin sentido,
que hacen eco en el horizonte de tu mar de dudas,
donde la cama se hunde y nuestros sueños naufragan.

Faro


Extraños tiempos nos muestran los relojes, las agujas no parecen fluir con la misma naturalidad y las alarmas suenan mas frecuentemente de lo que uno quisiera despertar.
La rutina del tic tac, al contrario del común, parece confundirnos, y tan débiles! Entramos en el juego del cambio y permanencia, de la fuerza y el sometimiento.
Buscamos perdernos en esta extraña maraña y en ocasiones despertamos anudados, enredados en el torbellino que nos impulsaba hace algún tiempo.
La meseta puede servir para recobrar el aliento y seguir ascendiendo esta pendiente que parece no tener cielo, o que lo transita desde el comienzo. El descanso puede ser un momento de inflexión o un momento de reflexión. Es probable que, a primera impresión, sea mas sencillo emprender el regreso cuesta abajo y pretender que no había suficiente fuerza en nuestras piernas para continuar el camino. Eso quedara en la voluntad de cada quien, y en la oculta conciencia que en sueños vendrá a mostrarnos lo mucho o lo poco que habremos dejado en la travesía, y lo mucho o lo poco que nos costaba continuar con la misma.
Razones y equívocos transitan como siameses, misión para un cirujano intentar separarlos. Lejos de nuestras posibilidades imagino que eso se encuentra. Tal vez, preferible sea escucharnos, alejándonos de esa pretensión y acercando a nuestros oídos las verdaderas palabras, no las que escuchamos de otras bocas, sino, las que escuchamos antes de pronunciar, que no siempre son adecuadas, por ser tan caprichosas y simbólicas, pero que sin embargo reflejarán un poco mas claro porque esta compuesta esta atmósfera.
Es muy difícil quererse, me puedo dar cuenta, pero tanto más difícil es no hacerlo.
El tiempo parece escurrirse entre los dedos y es ahí cuando tomo conciencia de lo poco que importa.
No hay apremios ni apuros, las manecillas precisas puedo no oírlas, sabiendo que aun nos espera el mundo. Hay una luz que me indica el camino y me invita a seguirla.

Perdido


Por un segundo lo recuerdo, confío en mi isla y todo rueda apretado de sensaciones, el sentimiento es puro, lírico. Levanto mis ojos que miran fijos la nada misma, que se desenvuelve en un circo del todo mismo, por ser la contracara de una moneda que mis ojos hacen rodar cada vez que un recuerdo desata mi ilusión de transportarme.
Una calle, un árbol, unos ojos, retazos de ilusiones de aquellos que naufragan derredor mío, todo destraba en mi cuerpo una leve brisa, esperanza de fugarme hacia el lugar donde vivirìa perpetuo e inmutable (cocinando mis sueños, con recetas gourmet).
Todo esta ahí, mi cuerpo como maquina reproduce los movimientos que le ilustraron los antepasados, y no quiere, pero no sabe rebelarse, la que pugna por esa fuga es otra parte, esa parte que en cada pedazo de lo cotidiano encuentra algo de que sorprenderse, por que no somos nada si nunca hubo nada, por que somos esto por que quisimos ser esto.
Ahí va, mi mirada perdida, mis ojos ajenos al terror son cazadores furtivos de las imágenes que mas me gustan, miro sin ver con los ojos puestos en otro lugar que no queda muy lejos y tampoco muy cerca. Voy ciego, perdido en la niebla de la violenta rutina. Perdido pero bien despierto.