Estimado amigo:
Me encuentro acá escribiendo esta carta y pasan por mi cabeza, como fogonazos, millones de imágenes que ilustran nuestros recuerdos. La luz titila, absurda y carente de potencia, y yo quiero escribir el ultimo párrafo antes que el primero. Por atolondrado, por que no quiero perder la linealidad en mi relato de las imágenes que brotan a borbotones desde lo mas recóndito de mi tesoro.
Estamos grandes, el tiempo destrozo nuestra violenta alegría, hasta aplacarla y dejarla como la luz que alumbra la birome con la que escribo estas letras, que parecen amontonarse en un amarillento papel que emula lo que alguna vez compre como cuaderno para escribir mis notas.
Fueron muchos años que pasaron, hoy recordaba aquel viaje de tu destino desatado, aquella juventud hervida al calor de no saber por donde escapar, esas sensaciones de inmortalidad que nos generaba ser joven, ese día abofeteabas mis miedos, ese día le dabas una vuelta de tuerca al asunto. Decías que eso no era para vos, que así la vida no puede ser vista como vida, y yo, boquiabierto imaginaba en ese momento a donde escaparía y con quien iría en busca de mi lugar, de mi forma de ver las cosas.
Te ibas diciendo que yo podría encontrarte, irme y buscarte ahí donde nada es lo que parece, encontrarte como quien por casualidad encuentra lo que buscaba antes de empezar.
Escapaste ese día, a buscar lo que te pertenecía, lo que alguien (quizá ese mismo alguien que no te pregunto si querías jugar a ser humano) cuando te trajo te robo, eso que por legitimo derecho te correspondía, y nos correspondía a todos, ahora mismo caminando por la calle todos esos destinos errantes merecen lo mismo, pero ciegos ellos.
Aun tengo esos sueños, en los que el cuerpo no pesa y las puertas están abiertas, en el sueño ya ni siquiera tengo la cara que tenia, las arrugas cubren de experiencias mi rostro y sigo buscando un lugar a donde ir.
Me gustaría un poco, aunque sea poco, contarte como estoy, y las cosas que hago en la cotidiana sucesión de soles, pero aun teniendo esas ganas de imaginarme lo que estoy haciendo en este momento, no puedo ni siquiera esbozar como es mi presente como es que termine así, aquí y como fue que llegue, desde lo que fui a lo que soy y a esta edad se vislumbra un poco mejor como hemos de terminar, como hemos de llegar a ese día donde el sol se muere y vive, para siempre, en nuestras oscuras pupilas.
Muchos se fueron, otros no pudimos, carentes del valor necesario, agallas, pasión, o tan solo faltos de un empujón que nos hubiese arrancado de todo lo que no nos gustaba. Y si, viejo amigo, no pude o peor, no supe escaparme de donde tenia las puertas abiertas y los grilletes bien ajustados.
Pasaron millares de lunas y todavía puedo verme deseando que el tiempo se suspenda, para seguir con la tertulia de aquel día. Para que todo sea como fue y como me gustaba que así sea, ahora ya estoy mas convencido de mi propia muerte y de mis propios errores, ya se acabaron las fichas y en el paño solo queda un destello del verde que recubría la mesa, esta todo como abandonado a esta altura de nuestras vidas.
Hoy desperté con una congoja sublime, por eso comencé sin un hilo conductor a escupir sobre este escritorio todo lo que el corazón bombea, desde donde escribo es un cuarto, con una lámpara a mi izquierda y un escritorio que hace las veces de compañero, a mi lado tengo mi bebida predilecta, todo esto parece ilustrado por el pintor (ahora en boga) que pincelada por pincelada retrata la triste década de los años 10, ensimismada sobre su melancolía.
Estoy aquí, solo, escribiéndote, recordándote y recordándome a los 20 años, cuando el cuerpo todo lo soportaba, y cuando irnos era una posibilidad latente, cuando la rebeldía podía estar parpadeándonos en el espejo.
Nos veremos en la próxima tormenta
Estamos grandes, el tiempo destrozo nuestra violenta alegría, hasta aplacarla y dejarla como la luz que alumbra la birome con la que escribo estas letras, que parecen amontonarse en un amarillento papel que emula lo que alguna vez compre como cuaderno para escribir mis notas.
Fueron muchos años que pasaron, hoy recordaba aquel viaje de tu destino desatado, aquella juventud hervida al calor de no saber por donde escapar, esas sensaciones de inmortalidad que nos generaba ser joven, ese día abofeteabas mis miedos, ese día le dabas una vuelta de tuerca al asunto. Decías que eso no era para vos, que así la vida no puede ser vista como vida, y yo, boquiabierto imaginaba en ese momento a donde escaparía y con quien iría en busca de mi lugar, de mi forma de ver las cosas.
Te ibas diciendo que yo podría encontrarte, irme y buscarte ahí donde nada es lo que parece, encontrarte como quien por casualidad encuentra lo que buscaba antes de empezar.
Escapaste ese día, a buscar lo que te pertenecía, lo que alguien (quizá ese mismo alguien que no te pregunto si querías jugar a ser humano) cuando te trajo te robo, eso que por legitimo derecho te correspondía, y nos correspondía a todos, ahora mismo caminando por la calle todos esos destinos errantes merecen lo mismo, pero ciegos ellos.
Aun tengo esos sueños, en los que el cuerpo no pesa y las puertas están abiertas, en el sueño ya ni siquiera tengo la cara que tenia, las arrugas cubren de experiencias mi rostro y sigo buscando un lugar a donde ir.
Me gustaría un poco, aunque sea poco, contarte como estoy, y las cosas que hago en la cotidiana sucesión de soles, pero aun teniendo esas ganas de imaginarme lo que estoy haciendo en este momento, no puedo ni siquiera esbozar como es mi presente como es que termine así, aquí y como fue que llegue, desde lo que fui a lo que soy y a esta edad se vislumbra un poco mejor como hemos de terminar, como hemos de llegar a ese día donde el sol se muere y vive, para siempre, en nuestras oscuras pupilas.
Muchos se fueron, otros no pudimos, carentes del valor necesario, agallas, pasión, o tan solo faltos de un empujón que nos hubiese arrancado de todo lo que no nos gustaba. Y si, viejo amigo, no pude o peor, no supe escaparme de donde tenia las puertas abiertas y los grilletes bien ajustados.
Pasaron millares de lunas y todavía puedo verme deseando que el tiempo se suspenda, para seguir con la tertulia de aquel día. Para que todo sea como fue y como me gustaba que así sea, ahora ya estoy mas convencido de mi propia muerte y de mis propios errores, ya se acabaron las fichas y en el paño solo queda un destello del verde que recubría la mesa, esta todo como abandonado a esta altura de nuestras vidas.
Hoy desperté con una congoja sublime, por eso comencé sin un hilo conductor a escupir sobre este escritorio todo lo que el corazón bombea, desde donde escribo es un cuarto, con una lámpara a mi izquierda y un escritorio que hace las veces de compañero, a mi lado tengo mi bebida predilecta, todo esto parece ilustrado por el pintor (ahora en boga) que pincelada por pincelada retrata la triste década de los años 10, ensimismada sobre su melancolía.
Estoy aquí, solo, escribiéndote, recordándote y recordándome a los 20 años, cuando el cuerpo todo lo soportaba, y cuando irnos era una posibilidad latente, cuando la rebeldía podía estar parpadeándonos en el espejo.
Nos veremos en la próxima tormenta