La miel mas dulce

Odia, hoy volvió a despertarse entre tanto murmullo que lo aturde, volvió a salir a la calle ensordecido, y volvió a pagar por el trayecto que une su lugar con su no-lugar. Y ahí vamos, cargados de odio, odia esa voz aguda y obediente, odia esa complacencia con las ordenes, odia la obsecuencia de los trayectos ajenos, odia escuchar esos tacos retumbar en el suelo, odia esas manos abriendo la puerta y esas manos que palmean al que pasa, odia ese cuerpo amorfo y por ser demasiado humano, odia toda esa esencia, odia ese pelo, odia tus ideas, odia ese sabor a poder abstracto y poco concreto, odia ese ser creído y cargado de soberbia, odia esas calles, odia esos pies caminando por su vereda, odia dar vuelta la espalda y encontrarse con esos rostros vencidos por la mediocridad que eligieron y dan por hecha, odia reír junto a los que no ríen, odia cantar junto a los que no silban su canto, odia tus vergüenzas, odia que el tiempo (su tiempo) se escurra, eso es lo que mas odia.
Odia su propio odio, engendrado y macerado al fuego de sus vecinos, odia tener algo que odiar, odia el odio, será el odio lo que mueve su trayecto (ese que paga sin prisa) será el odio lo que lo libere de tanto odio.
Es justo cuando el odio comienza hacerse carne y puede ver su redención un poco mas cercana, puede ver su odio hecho sangre, verlo fluir por sus venas, puede verlo salir a chorros por sus ojos, empieza a creer que ahí esta la salvación. Pero justo ahí, cuando todo parece comenzar a desenredarse en una maraña de odio corpulento e infranqueable, puede ver o mas bien probar lo dulce de la miel, y el odio se refugia, se encierra en si mismo, se endulza, se empalaga, y todo naufraga en esa miel, en esos ojos, que miran hacia la nada o que miran lo profundo de sus nostálgicas pupilas cargadas de tanto odio. Puede sentir las caricias, y quiere aislarse, quiere fibrilar su propio corazón para volverse eterno, para dejar de ver al sol ponerse, para no tener que soportar sus cargas, sus miedos, sus ideas, puede sentir la caricia mas cariñosa, pero no puede frenar y creer que hay una absoluta sinceridad en esa mano que lo roza.
Hace un esfuerzo por llenarse de lo dulce de "vivir horizontal", de lo bien que se siente no sentir odio, de estar sordo y ciego, enceguecido por dos lunas que lo miran aun sin decirle nada, "adiós odio" puede escuchar a lo lejos, "adiós" escucha de cerca, y todo comienza de nuevo, el odio, la mano cerrada, la horizontalidad que no es como hace instantes por que, sabe, es fea la horizontalidad cuando uno se recuesta solo, el sueño, el trayecto, y esos pasos que retumban de nuevo y así la rueda sigue sin destino.

1 comentario:

Caperuza dijo...

Tanto odio no puede ser bueno... no es sabio.
No creo que esas lunas no digan nada.. ja!